Publicado el 10 de Marzo de 2016
Para la elaboración del vino rosado, la fermentación tiene lugar sin la presencia de hollejos, es decir, el mosto pigmentado fermenta sin partes sólidas.
La técnica del sangrado es la que obtiene mayor calidad en la elaboración de estos vinos. Se obtiene jugo apilando las uvas en un tanque y dejando que el peso de las uvas logre el prensado. Tras despalillar y estrujar la uva, ésta pasa a un depósito, en el cual, dejamos que macere unas horas (entre 8 y 24 horas habitualmente). Pasado este tiempo, los hollejos se separan por gravedad y van a la parte superior del depósito. El mosto, que es más denso (tiene azúcar), queda en el fondo.
Durante el tiempo de contacto, el mosto se enriquece: En primer lugar, en pigmentos provenientes de los hollejos (por lo tanto, se tiñe de rosa). También adquiere precursores de aromas, que se encuentran en la piel de la uva y que sólo se extraen si hay maceración.
Transcurrido este lapso de tiempo, el depósito se “sangra”, operación consistente en abrir el grifo de la parte inferior y permitir que fluya por gravedad el mosto rosado. Para facilitar el proceso de extracción, era práctica habitual poner dentro del depósito un haz de sarmientos del año anterior, que ayudaba a filtrarlo.
Hoy en día, la mayoría de los depósitos de acero inoxidable empleados incluyen una rejilla que retiene las partes sólidas. El mosto se somete a un proceso de desfangado y, una vez limpio, se fermenta a temperatura controlada de 17 a 20 ºC. La fermentación maloláctica no es deseada. Por lo tanto, al acabar la fermentación alcohólica, el vino se sulfita, clarifica y estabiliza. Debe embotellarse lo antes posible, para que llegue al mercado con toda su frescura y afrutado.
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