Vino de Valdepeñas. El vino que conquistó la capital de España.


Publicado el 14 de Octubre de 2015


Vino de Valdepeñas. El vino que conquistó la capital de España.

La tradición de Valdepeñas es la historia de sus viñedos, de sus frutos y sus vinos, escrita con pasión por gentes dedicadas al cultivo de la vid desde tiempos ancestrales.

El vino y Valdepeñas están asociados desde tiempos inmemoriales y a su vez la historia de esta unión es la historia de una de las Denominaciones de Origen más antiguas, reconocida en 1932, y más conocidas por los españoles. Es, por tanto, una denominación tradicional, experimentada y popular.

La simbiosis que existe entre los ciudadanos de esta zona con el vino y su amor al viñedo sólo se entiende si se hace un breve repaso histórico en el que se observa que siempre uno ha formado parte del otro. Se han encontrado pepitas de uva procedentes de un yacimiento ibérico que datan de los siglos VII y IV a.C. También existen vestigios romanos, visigodos y musulmanes. Fue en tiempos de la Reconquista cuando sus habitantes y labradores lograron que el Califato de Toledo extendiera una bula especial permitiéndoles la continuidad de sus cultivos y la elaboración de su vino, en un momento en que la dominación musulmana prohibía el consumo de alcohol y obligaba al arranque de viñedos.

En el siglo XII, al Valle de Peñas también arribaron los monjes Cistercienses, quienes introdujeron la variedad tinta que, viniendo de Borgoña, evolucionó después a la noble y generosa Tempranillo, llamada en estas tierras Cencibel. Uno de estos monjes, Raymond de Citeaux, fundaría años más tarde la Orden de Calatrava, bajo cuya protección crecería la villa de Valdepeñas y sus viñedos en los siglos siguientes y que da nombre a una de las zonas por donde se extiende la denominación: el Campo de Calatrava.

Cuando la corte del rey Felipe II se instala en Madrid (1561) se extiende la fama de la calidad del vino de Valdepeñas y desde ese momento entra a formar parte de la historia de la Villa. Allí se populariza su consumo de tal manera que los impuestos especiales sobre su comercio permiten al rey Carlos III, gran arquitecto de la capital, sufragar algunas de las obras más importantes de su reinado tales como la Puerta de Alcalá o la Puerta de Toledo. Ya en 1790 se habla de una producción anual de 200.000 arrobas de vino, pero es en el siglo XIX cuando su comercio queda establecido de una forma continuada.

Pero es en el siglo XIX, con la inauguración del ferrocarril, cuando la comercialización de los vinos de Valdepeñas se dispara e incluso se llega a fletar un tren diario a Madrid cargado de vino: El Tren del Vino. El siglo XX trae consigo el ataque de la filoxera y la llegada de la vid americana, inmunizada contra la enfermedad. El viñedo se renueva, se moderniza, se instala la primera Estación Enológica del Estado, se reconoce, en 1932, la Denominación de Origen y sus posteriores Reglamentos, en 1964 y, ya en el siglo XXI, en 2006. Quedan atrás veinticinco siglos de historia y sacrificio que han hecho posible el prestigio y de la que hoy puede hacer gala Valdepeñas.

El enoturista podrá aprender más de la historia y tradición del vino Vladepeñas en el Museo del Vino alzado sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, fechada en 1901. Fue una de las que más intensamente vivió el auge comercializador y exportador de los vinos de Valdepeñas a comienzos del siglo pasado.





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