Publicado el 09 de Agosto de 2025
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Para rastrear esta historia olvidada y poco escrita, tenemos que viajar al Brasil, allí los documentos enseñan que la vinificación en Paraná (Brasil) comenzó con la fundación de Ciudad Real del Guayrá por jesuitas españoles en 1557, con uvas provenientes de Buenos Aires. Es más, la historia enseña que desde la época del virreinato La Provincia de Buenos Aires fue la cuarta en producción de vid hasta la década de 1930. Ese pasado hoy es desconocido por los amantes del vino, quizás en los anaqueles de las bibliotecas extranjeras haya más información sobre el vino bonaerense, sería importante también hurgar en el Archivo General de Indias en Sevilla, España.
Es muy probable que los primeros vinos hechos en Buenos Aires hayan sido realizado en Palermo por los Jesuitas, (hoy Palermo es parte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, antiguamente era un solo distrito) y que después se hayan extendido para otros lugares como Médanos en cercanías de Bahía Blanca. Por otro lado, es importante recordar que la capitanía general de Chile, fue una entidad territorial del Imperio español, donde estaba incluida Mendoza. Esto se vio modificado con la creación del virreinato del Río de la Plata, que sucedió recién en 1776.
El vino hecho por los españoles nació para cubrir una necesidad básica de consumo de la gran Aldea. Es importante entender, que trasladar el vino desde Mendoza a Buenos Aires, era costoso y riesgoso, porque durante la época colonial en la Pampa, los perros cimarrones, descendientes de perros domésticos escapados de las aldeas o abandonados por sus dueños, representaban un problema para los colonos debido a sus ataques a las carretas y al ganado. Estos perros formaban jaurías terribles que atacaban todo tipo de transporte.
Levantar viñedos de vitis viniferas por ley
El emperador Domiciano es recordado por su gobierno tiránico y paranoico. Domiciano emitió un decreto en el año 92 de nuestra Era, donde se prohibía la plantación de nuevos viñedos en Italia y ordenaba la destrucción de la mitad de los viñedos de las provincias. Francia fue una de las afectadas. En 1595, el Rey Felipe II de España prohibió la siembra de nuevos viñedos y la producción de vino. Además de destruir los existentes en la Nueva España (excepto aquellos que pertenecían a la Iglesia), lo hizo por temor a que estos vinos fueran una gran competencia para el vino español. El 5 de enero de 1785, D. María I de Portugal prohibió todas las actividades industriales en Brasil, incluida la viticultura. En esta historia de la estupidez humana también encontramos a la República Argentina. En 1934 el presidente Agustín P. Justo sancionó la Ley 12.137, que prohibía la actividad vitivinícola en las Provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Se arrancaron y quemaron viñedos, se agujerearon toneles para inutilizarlos y derramar el vino en un acto de ignorancia universal.
Nos recuerda Daniel que Siso Tiburtini fue un poblador de Médanos; él nació en ese distrito y en 1927, siendo uno de los seis hijos de Juan Bautista y Emilia, fue testigo de la forzada erradicación de las viñas bonaerenses. Poco antes de su muerte le contaba a Daniel con tristeza, la angustia vivida por su padre y por toda su familia al verse obligados a terminar con su pequeño viñedo por imperio de una ley arbitraria y absurda que no entendía. Él y Lorenzo, su hermano con unos años más, ayudaban a su padre en la tarea. Enganchaban el extremo de una cadena al cuello de cada planta mientras su padre, con la ayuda de un caballo las arrancaba de raíz. Recordaba Siso la profunda tristeza que percibía al ver el rostro de su padre angustiado y humedecido por las lágrimas. Su “recompensa” fue una promesa de indemnización que nunca llegó.
La década de 1930 es recordada con el nombre de la década infame, seguramente hay muchas razones, pero ésta sin dudas es una de las infamias que justifican el nombre.
La Provincia de Buenos Aires y la de Entre Ríos, allá por los años 30 ocupaban la cuarta y la quinta posición respectivamente entre las provincias productoras de vino. Hoy, lógicamente, sólo quedan las historias truncadas, todos aquellos hacedores de vinos han desaparecido y mucho fue apagado del conocimiento colectivo, la gran mayoría de los argentinos desconocen por completo la cultura enológica bonaerense, tarea ciclópea que un grupo de nuevos vitivinicultores están peleando por revertir.
Para tratar de entender cómo se llegó a la eliminación de la viticultura en Buenos Aires, hay que ubicarse en el tiempo y las circunstancias económicas de la época. Los ecos de la gran depresión económica mundial de los años 30 se sintieron fuerte en nuestro país y la economía local acusó el impacto. Las actividades productivas regionales se vieron afectadas de manera severa siendo una mala solución al problema la prohibición de la vid en Buenos Aires y Entre Ríos. Primó el poder de los lobbies y la insensatez que determinaron la sanción de la Ley nacional 12.137 del 12 de diciembre de 1934, y la consecuente promulgación por el entonces presidente Agustín Pedro Justo, curiosamente entrerriano, que defraudó así a su provincia.
En la década del 20 los productores de San Juan y Mendoza presionaron para que se creara una Junta Reguladora de Vinos, cosa que consiguieron en el año 1934, gracias a la Ley 12.137, que tenía a su cargo la responsabilidad de decidir quiénes y cuánto podían producir en la Argentina. Créase o no, el gobierno de Agustín Pedro Justo, el injusto e infame entrerriano, ordenó un “plan de extirpación de viñedos”, que se llevó adelante durante ese mismísimo año y el siguiente. El estúpido objetivo era establecer en la región de Cuyo la hegemonía en la producción de vinos. Se enviaron tropas para hacer cumplir el tremendo decreto, destruyendo los viñedos entrerrianos y obligando hacer lo mismo con los bonaerenses. Muchos recuerdan con profunda tristeza el inconsolable llanto de las familias al ver a las fuerzas federales destruir sus instalaciones y quemar los viñedos.
Fue en la década de los noventa, cuando una ley promovida por otro entrerriano, Augusto Alasino, la prohibición del cultivo fue eliminada. Algo bueno tenía que tener el menemismo. Hoy en Entre Ríos y en Buenos Aires florecen nuevas bodegas, aunque todavía no se ha llegado al número de aquellas producciones de un siglo atrás, aunque la proyección que se vislumbra es alentadora.
Confiesa Daniel: Transcurrieron más de seis décadas para que se levantara la prohibición que terminó con una larga abstemia bonaerense. En 1997 se derogaron muchas leyes que limitaban la producción de varios cultivos en determinadas áreas del país. Silenciosamente quedó eliminada la prohibición para producir vid en territorio bonaerense. Fue en Médanos, mi pueblo, donde elegí implantar las primeras vides, el inicio de una nueva etapa. Como en todas las cosas siempre hay un detonante, una “chispa”, que entre muchas encuentra el combustible para iniciar la “fogata”.
Esta escena parece salida de una película, cuenta Daniel: Estaba realizando un viaje en un Renault Megane desde Barcelona a Venecia, así atravesé toda Francia por la costa mediterránea. No tenía paradas programadas, por lo que buscaba un lugar para hacer la noche donde tocara. Transitaba por la autopista A9, a la altura de Narbone y pensé que sería adecuado entrar a la ciudad para buscar un hotel. Habrá sido por casualidad, por mis limitaciones del francés o simplemente por un designio del destino que en una disyuntiva del camino, equivoqué la salida que me hubiera llevado a la ciudad que nunca conocí. Comencé a transitar un camino que de a poco dejaba lo citadino y se iba tornando cada vez más rural. Ya convencido que Narbone no sería mi destino, continué avanzando, hasta llegar a un sitio que, sin buscarlo, me condujo al punto en que se encendió la “chispa” que dio origen a una idea, la que necesitó muy poco para transformarse en una “fogata” apasionada; en una de las curvas del camino me enfrentó un cartel con la imagen de una viña y una leyenda que rezaba Hôtel Vignoble . Esta historia mínima sucedió en el verano boreal del año 2000. Fue el episodio que signó mi vida. Nació la idea de convertirme en un hacedor de vinos.
Sigue el relato de Daniel: De aquel periplo por algunos países de Europa regresé a Barcelona, donde debía -según el contrato de alquiler- regresar el auto rentado. Por aquel tiempo adolecía de todo conocimiento en materia enológica, por lo que pensé que sería una oportunidad única la de aprovechar la ocasión para adquirir bibliografía sobre el tema, lo que me indujo a visitar librerías en Barcelona -donde permanecería solo un par de días- para ilustrarme. Subrayo en esta experiencia lo que puede significar la pertenencia a una cultura: la mayoría de las librerías que visité en aquella ocasión solo disponían de textos en idioma catalán, por lo que la búsqueda se hizo más larga y más compleja. Aquel raid resultó un acierto: hoy atesoro en mi biblioteca el Tratado de Enología de Hidalgo, posiblemente el más completo compendio de prácticas enológicas escrito a la fecha.
Poco tiempo después de mi regreso al país, supe que en Argentina existían infinidad de textos, ensayos, historias y experiencia en el tema. Justifico mi desinformación en el efecto producido por aquella ley proteccionista, que alejó de mi geografía la cultura vinícola desde tiempos anteriores a mi existencia.
Sigue el relato de Daniel: En cuanto regresé a Médanos tomé contacto con una consultora mendocina que se dedicaba a la planificación y desarrollo de viñedos y bodegas, para que realizara un modesto proyecto de viñedo. Consistía en 1,5 hectáreas para ensayar 8 diferentes varietales. El proyecto fue desarrollado sobre una parcela de mi familia, donde el primero de diciembre de 2000 implantamos 5.000 vides de los varietales malbec, tannat, merlot, syrah, tempranillo, cabernet sauvignon, petit verdot y chardonnay. También se desarrolló un sistema de riego por goteo y toda la estructura de enmaderado y alambres para construir los espalderos.
El entusiasmo fue el principal alimento para llevar adelante aquellos pasos iniciales. Las primeras uvas logradas entre febrero y marzo de 2002, fueron escasas, pero no fue ese un obstáculo para transformarlas en el primer vino bonaerense hecho de la manera más artesanal imaginable. Al año siguiente con la cosecha de 2003 –que fue mucho más productiva- nos permitió dar un paso más que resultó decisivo para la toma de decisiones: enviamos a un laboratorio que INTA tiene en Luján de Cuyo, Mendoza, con especificidad en enología. Allí realizaron una vinificación en pequeña escala de cada varietal por separado. Al cabo de 6 meses pudimos disponer de algunas botellas de aquella primera vinificación realizada con rigor enológico. Junto con los vinos recibimos los análisis técnicos y sensoriales elaborados por INTA. Con el afán de ratificar aquellos primeros valores le pedimos al laboratorio Eno Rolland, nuevos análisis, obteniendo resultados similares, y en ambos casos muy alentadores. Ese hito determinó la decisión de llevar el emprendimiento a otra escala; una dimensión que permitiera alcanzar envergadura comercial.
En septiembre de 2003 adquirimos 40 hectáreas de tierras a la familia Tiburtini sobre las que implantamos 25 hectáreas de viñedos. También iniciamos la construcción del edificio de la bodega. Los varietales elegidos fueron malbec, cabernet sauvignon, merlot y tannat como uvas tintas y chardonnay y sauvignon blanc como uvas blancas. Fueron 100 kilómetros de espaldero, con riego por goteo para optimizar el recurso de la escasa agua extraída de la napa freática en 12 diferentes perforaciones. Todas las vides implantadas eran porta-injertadas con pie americano, para minimizar posibles afecciones sanitarias. El equipo de bodega fue adquirido de manera gradual, comenzando por una despalilladora de origen italiano, bombas enológicas, equipo de frío, tanques de acero inoxidable de diferentes tamaños y diversos accesorios necesarios para la vinificación. La capacidad total de la bodega en la actualidad es de 180 mil litros. Nuestra primera vendimia comercial fue la de 2006 que asomó al público en 2008. Como dato relevante, en 2009 nuestro chardonnay elaborado el año anterior, fue distinguido entre centenares de vinos de bodegas de todo el mundo, con una medalla de plata en el prestigioso concurso Decanter World Wine Awards que se realiza anualmente en la ciudad de Londres.
Han transcurrido muchos años desde aquel episodio sucedido en el sur de Francia que desembocó de manera fortuita en el reinicio de la vitivinicultura bonaerense. Es mucho lo que hemos aprendido y cada nueva experiencia de aprendizaje nos revela cuánto más es lo que queda por aprender. Vale en esta ocasión referir el proverbio que he escuchado de bodegueros experimentados: el vino de la próxima cosecha será el mejor. Siempre se puede mejorar, y nuestra vista siempre está clavada en el año que viene.
Es contra fáctico pensar dónde estaría la vitivinicultura bonaerense si no hubiese estado prohibida por aquella casi centenaria ley proteccionista, pero sí sabemos que, nuevamente, la provincia más extensa, más rica y más diversa, está nuevamente inserta en el mapa vitivinícola mundial.
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