Publicado el 21 de Septiembre de 2016
Aun cuando la producción vitivinícola fue destinada preferentemente al consumo interno, parte de ella se exportó a los países vecinos. En 1794, la corona española, como una forma de proteger el comercio de vinos españoles, dictó una orden real prohibiendo la exportación de vinos chilenos a Nueva España y Nueva Granada.
Desde la conquista y hasta mediados del siglo XIX, el sistema traído por los españoles para el cultivo de la vid y la tecnología en la producción del vino, se mantuvo inalterable. El proceso de modernización capitalista y la expansión de la economía chilena vinculada a la apertura del comercio del norte del atlántico, trajo consigo una radical transformación en la industria vitivinícola chilena.
A partir de 1850 los productores y los empresarios vitivinícolas invirtieron fuertemente en maquinarias, técnicos, importación de cepas, sistemas de transporte y en la construcción de bodegas subterráneas. Hacia 1880, concluyó el proceso de formación y transición de la industria vitivinícola chilena; y se inició el florecimiento de esta actividad económica. El vino chileno adquirió otra presencia y la producción aumentó considerablemente, al mismo tiempo que los sistemas de transporte y comercialización se hicieron más eficientes.
Esta revolución tecnológica, y todos los esfuerzos posteriores, pavimentaron el camino para que actualmente la producción chilena de vinos sea reconocida internacionalmente por su inconfundible sello y calidad.
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