Publicado el 18 de Noviembre de 2014
La intensidad cromática es importante porque nos indica que a medida que van envejeciendo, los vinos tintos van perdiendo su color. También nos dan señales de maduración de la uva, mientras más oscuro mayor madurez. Obviamente, cada variedad tiene su propia coloración.
El color de los vinos tintos jóvenes suele caracterizarse por un rojo violáceo, más o menos intenso, virando luego al púrpura, al rubí y, al envejecer, a un rojo amarillento o rojo teja. Los tonos amarillentos o granate suelen observarse en los vinos tintos viejos.
Cuanto más añejo sea un vino tinto, más claro será el borde del disco, es decir que la intensidad de color es media, manteniendo tonalidades de color ladrillo, teja, marrón claro y ambarino.
Los vinos que demoran mucho tiempo en cambiar de color también toman un largo tiempo para desarrollarse y tener mejor sabor. Estos vinos deben ser almacenados en una bodega y degustarse después de unos años.
En los vinos tintos los colores secundarios puede tener toques de naranja, marrón, magenta o ladrillo. Este tipo de color los encontrarás en el borde de la copa de vino.
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