Publicado el 29 de Julio de 2015
En una latitud semejante a las de las principales regiones vitivinícolas de Chile y Argentina (recordamos los paralelos 34 Sur y 35 Sur), se encuentra Uruguay con condiciones climáticas y edafológicas muy diferentes a las chilenas y argentinas, que le permiten elaborar vinos con una clara, distinta y muy definida identidad.
Los vinos chilenos y, particularmente los argentinos, tienen como respaldo la cordillera de los Andes, es decir, viñedos de altura con climas y suelos exigentes. Por otro lado, los vinos uruguayos nacen de cepas que tienen clara influencia del Atlántico y del estuario del Rio de la Plata.
La viticultura uruguaya comenzó en la segunda década del siglo XIX, con la constitución del Estado Oriental del Uruguay. A finales del S. XIX, el viñedo uruguayo había logrado extenderse sobre 1.000 hectáreas pero fue diezmado por la plaga de la Filoxera, que exterminó también los viñedos franceses y españoles.
Posteriormente, entre finales del siglo XIX y principios del XX se fundaron las bodegas más importantes. En la actualidad el viñedo uruguayo cuenta con unas 10.000 hectáreas distribuidas entre las regiones de Canelones, Montevideo y San José, Colonia, Soriano, Río Negro, Artigas, Salto, Paysandrú, Rivera, Tacuarembó, Durazno, Florida, Maldonado y Lavalleja.
La totalidad del país está situada en una zona subtropical y la mayor parte de su territorio es apto para el cultivo de la vid, que se realiza en cerca de 4.500 explotaciones, casi todas de pequeñas dimensiones.
El tannat es, sin duda, el vino con mayor tradición en este país. Es más, se puede decir que es la propia historia vitivinícola de Uruguay. Es la historia de la inmigración europea y de su intercambio cultural con las costumbres uruguayas. Al igual que con la gastronomía, se fue creando entorno al vino una cultura propia, enriquecida por elementos de ambos lados del Atlántico.
El tannat es la pasión del viticultor, del enólogo y de todos los uruguayos arraigados. Tanto amor se pone en este vino, único e inconfundible, que concentra toda esa energía para deleitar con su color rojo muy oscuro, morado, azul o negro, su olor intenso a fruta, tabaco y cuero, su sabor a taninos maduros, su boca amplia y untuosa, su temperamento fuerte, siempre apacible y afable.
Sin embargo la ventaja de uruguay es que aunque sea un país relativamente pequeño, posee terroirs bien diferenciados, y esto permite lo más importante que es que cada bodeguero le imprime su sello propio al vino.
Unido al esfuerzo de los bodegueros, nos encontramos con un auge del enoturismo en Uruguay. El turismo enológico en el litoral oeste no se detiene. Casi todas las semanas hay propuestas que convocan al turismo nacional y extranjero para aunar esta región de diversos atractivos con el vino.
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