Publicado el 06 de Septiembre de 2022
BODEGAS LAGAR DEL MONTE
MORILES (CÓRDOBA)
Nuevamente viajamos a uno de los magníficos paisajes del vino que tenemos en España y esta vez nos dirigimos a la tierra cordobesa de Moriles para conocer una de sus principales bodegas: Lagar del Monte.
En el paraje Cerro del Majuelo, en pleno corazón de Moriles Altos, visitamos el lagar que data del siglo XVI en el que actualmente nacen, elaboran y envejecen sus vinos.
Moriles Altos está considerada zona de calidad superior por el Consejo Regulador de Montilla-Moriles por la excepcional naturaleza de sus suelos de albariza que ofrecen unas especiales y sobresalientes cualidades al viñedo.
Al desviarnos de la carretera y adentrarnos en la finca llama la atención el blanquísimo suelo de albariza que refleja los rayos del sol y contrasta con el intenso verde de las cepas de la variedad reina de la región: la uva Pedro Ximénez.
En el centro de este paraje de inmaculados suelos y frondosos viñedos se ubica la bodega Lagar del Monte, un magnífico enclave frente a un cortijo andaluz en el que los distintos edificios del siglo XVI que lo componen, entre los que se encuentra una antigua iglesia, siguen siendo actualmente las viviendas familiares.
Comenzamos la visita en compañía de Antonio López Cuenca, cuarta generación al frente de la bodega. Antonio cuenta su historia familiar vitivinícola y la filosofía que aplica al magnífico legado que ha heredado en el que aúna la marcada tradición de los vinos que atesoran sus viejas botas con pinceladas de innovación. Un concepto de naturalidad y ensamblaje que lleva a cabo junto con los prestigiosos enólogos Manuel Capote y Miguel Cruz en el que, debido a la proximidad de sus viñedos, “la bota es una cepa más dentro del viñedo y la cepa es una bota más dentro de la bodega”
La historia familiar en la comercialización del vino la inicia su abuelo, un viticultor que vendía la uva y ejercía de almacenista hasta que decidió elaborar su propio vino y venderlo a granel.
Más tarde sería su hijo, el padre de Antonio, el que compraría al fallecido empresario José María Ruiz Mateos una partida de 180 botas envinadas en Manzanilla de Chiclana de la Frontera que comenzaron a nutrirse a partir de entonces con fino de Moriles Alto y cuyo resultado fue tan excelente que se decidió añadir este vino en las demás botas para elaborar un fino de alta calidad.
Posteriormente irían adquiriendo otras botas de finos y manzanillas en 22 bodegas de distintos puntos de Andalucía y que componen hoy en día la base de la marcada singularidad y excepcionalidad de sus vinos de crianza biológica.
Recorremos sus viñedos mayoritariamente de la uva Pedro Ximénez entre blanquísimos suelos de albariza “hojaldrada” o laminada con gran cantidad de sílice, un compuesto que aporta una ligera salinidad a los vinos.
Desde su magnífico entorno divisamos el pueblo de Moriles y en nuestro paseo nos vamos cruzando con perdices que corretean entre cepas de Pedro Ximénez y otras variedades blancas como la Moscatel, la uva valenciana Tardana o los diferentes vidueños de la finca (pequeños viñedos con distintas variedades).
La uva protagonista de los viñedos de Moriles, la Pedro Ximénez, es una variedad casi transparente de piel muy fina, delicada y sensible por lo que, debido a las altas temperaturas de la zona, la vendimia se realiza por la noche. Para preservar la correcta madurez de los racimos y protegerlos de los rayos del sol, pasan asiduamente un pequeño tractor entre las filas de cepas que levanta una nube de polvo blanco posándose en los racimos y cubriéndolos con una ligera película.
Tras disfrutar de su entorno natural nos adentramos en el Lagar del Monte entre naranjos y limoneros. En este lagar sus finos adquieren matices con el paso de los años en antiguas botas de las que muchas de ellas se desconoce su antigüedad pero sobrepasan sobradamente los cien años.
Nuestra cata comienza a través de la venencia apreciando la evolución que aporta la crianza biológica a los finos con el paso de los años.
El primer fino catado apenas tiene dos años de crianza y su espeso velo de flor se encuentra en todo su apogeo por ello sobresalen los aromas y matices de bollería.
Nuestro segundo vino, Fino Los Naranjos, es un homenaje a la primera bodega familiar que se encuentra a pocos metros de este lagar. Siete años de crianza fueron necesarios para elaborar este fino que se embotella “en rama”, es decir, directamente de la bota a la botella sin ningún tipo de filtrado. Por su crianza se perciben los aromas más punzantes con toques algo salinos y pinceladas de almendra amarga.
Finalizamos esta magnífica evolución de sus finos catando su emblemático Fino Cebolla con una crianza biológica de 15 años. Sus botas cuentan con un excepcional grosor que ralentiza el envejecimiento y crea esta joya enológica de la bodega que expresa un amplio abanico de matices. Un fino sedoso y envolvente con ligeras notas en nariz amieladas y de frutos secos.
El Fino Cebolla debe su curioso nombre a una historia de los años 50 en la que, en una reunión familiar de la fiesta de la matanza, las mujeres comenzaron a cocer cebollas para guisar mientras que los hombres estaban bebiendo en la bodega. Los aromas penetrantes de la cebolla invadieron la bodega y el fino que cataban les comenzó a oler a cebolla. Irónicamente, desde aquel día, la anécdota de querer tomar el vino fino con olor a cebolla se quedó en la familia y cuando nació Antonio el fino más especial que elaboraban en la bodega se bautizó como Fino Cebolla con el compromiso de que con este nombre únicamente podría elaborarse un gran fino.
Si este lugar donde envejecen sus finos nos pareció un mágico espacio silencioso y con historia, lo que nos esperaba a continuación nos llevaría al Olimpo de los sentidos en el que tendríamos el placer de respirar y catar leyenda. Para ello nos desplazamos al Lagar los Naranjos a pocos metros de distancia y en la que se inició la tradición vinícola familiar.
El Lagar los Naranjos acumula más de 500 antiguas botas que comenzaron a adquirirse en 1958 y que contienen las soleras rescatadas durante años en diferentes partes y bodegas de Andalucía.
De los tesoros enológicos que guardan estas botas se desconoce en la mayor parte de los casos su año de Solera pero lo que sí está corroborado es que todos los vinos que aquí se conservan llevan una crianza estática de 20 años, es decir, sin intervención y sin proceso de crianza de criaderas y solera desde este tiempo. Históricas soleras sin edad que esperan pacientemente ser escogidas para formar parte de Ximenium, la innovadora línea de vinos de alta gama que han comenzado a elaborar.
Nos retrotraemos en el tiempo a través de estas joyas sin edad y con mucha historia catando un fino que previo a estos últimos 20 años de crianza estática estuvo en proceso de criaderas y solera aunque se desconoce exactamente por cuanto tiempo.
Usamos de nuevo la venencia para deleitarnos con un amontillado, también de edad desconocida, cuyo acceso fue complicado por estar situado en la fila más alta de la andana, aunque mereció la pena. Una explosión de matices que nos perfumó la boca con aromas punzantes y avellanados siendo en boca suave y elegante.
Después de disfrutar de sus vinos en rama descubrimos su nueva línea de alta expresión Ximenium cuyo nombre realiza un guiño al futuro y al nuevo milenio o “milenium”. Vinos de la uva Pedro Ximénez que con el concepto de “sacas por rocío” pone en valor una selección irrepetible de la sacristía de la familia que nos traslada la esencia de Moriles Altos a la copa sin olvidar nunca el arraigo a sus raíces:
Ximenium 4 Generaciones en homenaje a las cuatro generaciones que han hecho posible el presente de la bodega. Muy aromático y persistente protagonizado por la uva Pedro Ximénez y criado sobre finas lías durante cuatro meses que muestra las grandes cualidades de su variedad reina. Un reconocimiento que le ha valido los 89 puntos en el prestigioso concurso Decanter World Wine Awards.
Ximenium Fino en Rama. Una selección de diecisiete botas (quince pertenecen al Lagar del Monte con 15 y 20 años de crianza y dos al Lagar los Naranjos con 25 años de envejecimiento) nos muestran la naturalidad del fino de Moriles Altos. Un fino gastronómico que invita a apreciar su potencia y sabor con una edición muy limitada y que ha obtenido en su primera salida 92 puntos Decanter World Wine Awards.
Ximenium Reliquia 1958 es una verdadera joya que representa el patrón vitivinícola de la familia. Elegante, algo balsámico y del que únicamente se han elaborado 500 botellas sacadas de la Solera de 1958 que elaboró su abuelo y que ha permanecido intacto desde que comenzara su crianza oxidativa. Este fino ha conseguido también la alta puntuación de 96 puntos en Decanter World Wine Awards.
Ximenium Singular Cask es una rareza muy singular, sacado de 23 botas con crianza oxidativa de casi 40 años ya que su base data de 1984. Esta limitada edición de 500 botellas numeradas ha sido reconocida con 93 puntos en Decanter World Wine Awards.
En cuanto a su línea más tradicional, catamos primero el blanco joven Monteverde protagonizado también por la uva Pedro Ximénez en homenaje a ese monte verde de viñedos que bordea la bodega.
Seguidamente en su fino Prototipo, con ocho meses de crianza biológica, apreciamos la salinidad de la zona de Moriles.
Finalmente con las diecisiete botas seleccionadas de un vino que perdió su velo de flor a los quince años y continuó su crianza oxidativa durante otros diez años se elabora Moriles Viejo, un vino muy aromático con suaves toques a jenjibre.
Mi agradecimiento a la familia López por tan magnífica jornada y desde aquí os animo a visitar Lagar del Monte porque os sorprenderá y disfrutaréis de sus reconocidos vinos deleitándoos con el encanto de la campiña y su ambiente rural. Este lagar rodeado por el maravilloso paisaje de blancos suelos y verdes cepas bordeado por olivos centenarios lo podemos recorrer en un pequeño trenecito que recuerda a las típicas romerías de los pueblos.
Me encantó … volveré!!!!
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